Al releer mi artículo anterior ‘El Código Secreto de la Biblia‘ no pude evitar acordarme de la película «2001: Una odisea del espacio», en la que una Inteligencia Superior entierra un monolito en la Luna, con objeto de que la Humanidad lo descubra cuando alcance el suficiente desarrollo tecnológico. Sin embargo, la obra escrita por Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick era ficción, mientras que Rips y Witztum hicieron un trabajo científico publicado en Agosto de 1.994 en la prestigiosa revista matemática Statistical Science afirmando que su tesis es real, y además aportan una serie de pruebas para avalarla…
¿Qué hay de verdad en toda esta historia? ¿Las supuestas pruebas son tan concluyentes como parecen? ¿Los «grandes científicos de Estados Unidos e Israel» han confirmado realmente la veracidad del código?
La leyenda afirma que el texto original de la Biblia (en realidad el del Antiguo Testamento) fue escrito directamente por Dios, con la seria advertencia de que nadie debería nunca alterar ni una sola letra. La presencia de los supuestos mensajes sobre el futuro explicarían esta exigencia.
El método empleado por la supuesta «Inteligencia Superior» para codificar sus mensajes es bastante simple. En primer lugar se eliminan todos los espacios y signos de puntuación, convirtiendo la totalidad del libro en una única y enorme cadena de caracteres. Seguidamente, basta con formar secuencias tomando letras con una determinada separación dentro del texto.
Por ejemplo, la famosa frase de Albert Einstein: «Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana.» daría lugar a la secuencia:
«HAYDOSCOSASINFINITASELUNIVERSOYLAESTUPIDEZHUMANA»
Dentro de ella podemos tomar, por ejemplo, las letras de cuatro en cuatro, obteniendo el siguiente galimatías: «HOSNIEISAUEM». O podemos, empezando por la última H, ir hacia atrás de tres en tres, lo cual nos deja «HDUEYRILANNACDH».
Pues ahora imagínense un texto de varios cientos de miles de letras (304.805 para ser exactos), y que buscamos las palabras probando con saltos de hasta mil caracteres en ambos sentidos. Obviamente, para llevar a cabo esta búsqueda, es necesario echar mano de una computadora. Empleando esta técnica sobre el texto original de la Biblia en Hebreo, se obtienen los inquietantes mensajes que describen Rips y Witztum.
Aquí nos asalta la primera Gran Pregunta ¿cuál es el texto original de la Biblia?, o incluso ¿existe realmente un texto original? (Ver Anexo I al final del post). Mucha gente opina que la Biblia Hebrea no fue escrita de una sola vez, y es un hecho conocido que, antes de la aparición de la imprenta, la ortografía de este texto no fue uniforme, debido a que era copiado de forma manual. Por desgracia (¡o por suerte!), desconozco el hebreo antiguo, por lo que no se hasta qué punto podrían estar recogidas en el vocabulario de un idioma de hace tres mil años, las palabras «avión» o «nuclear», lo cual me induce a pensar que la interpretación que se hace de las palabras puede considerarse, cuando menos, flexible.
Ante este mar de dudas que me asaltaban decidí intentar llevar a cabo mis propios experimentos. ¿Y qué mejor obra para ello que el Quijote? Así que me puse manos a la obra, y aquí están algunos de los resultados que obtuve.
En primer lugar, es necesario apuntar que el alfabeto hebreo carece de vocales, por lo que es mucho más probable encontrar secuencias con sentido en hebreo que en castellano. Por otro lado, el vocabulario castellano es, por razones obvias, mucho más extenso que el hebreo, lo cual hace más difícil interpretar de forma creativa las palabras, como hace Drosnin. Además, el castellano no comparte ciertas características del hebreo, como la posibilidad de condensar las palabras quitándoles letras. En consecuencia, y a priori, es muy poco probable encontrar predicciones tan espectaculares en el Quijote como las que relatan Rips y Witztum en su trabajo científico.
Sin embargo, aparecen cosas curiosas, como que el Recre podría ser el ganador de la liga, queda puesto en evidencia que el señor J.R.R. Tolkien plagió los nombres de los personajes de «El Señor de los Anillos» a nuestro insigne Cervantes, ya que en el texto del Quijote aparece la palabra Aragorn 14 veces, la palabra Frodo 371 veces, Sauron 411, Bilbo 171, Elrond 385, Merry 465, Saruman 17, Bolsón 102, etc., el cinco de noviembre se estrena la película «Matrix Revolutions», y según «El Quijote», la capitana Niobe muere en Zión a manos de una máquina… ¿o es al revés?
El texto del Quijote empleado para estos experimentos contiene 782.885 caracteres, si cogemos el texto que yo he empleado con saltos comprendidos entre -1000 y 1000 caracteres, tenemos un total de… ¡más de 1.500 millones de combinaciones de cuatro letras! Teniendo en cuenta que sólo existen unas quinientas mil combinaciones posibles con ese número de caracteres, podemos afirmar que es posible encontrar cualquier cosa que nos propongamos.
Un estudio más pormenorizado y riguroso fue relaizado por David Thomas y publicado en la revista Skeptical Inquirer (noviembre-diciembre de 1.997). Thomas no hace uso del texto hebraico, sino de una clásica traducción de la Biblia al inglés, la del Rey Jaime. Por ejemplo En Génesis 31:28 encontró con facilidad las palabras “Roswell” y “UFO”, ligadas por el famoso incidente de la supuesta caída de una nave extraterrestre. En el parágrafo empleado, “Roswell” tiene un “valor de salto” de apenas 4 (es decir, saltando 4 letras), y “UFO” de 12.
Por lo tanto, la principal objeción contra el código secreto de la Biblia publicado por Michael Drosnin consiste en que un modelo similar puede ser encontrado en otros libros aparte de la Biblia. Aunque la probabilidad de hallar una secuencia en un lugar aleatorio que responda a una palabra con significado sea baja, hay tantos puntos de partida y distancias posibles que es de esperar que tales palabras aparezcan. En respuesta a un desafío explícito de Drosnin, que afirmó que sólo la Biblia podría contener secuencias, el matemático australiano Brendan McKay encontró muchas secuencias similares en Moby Dick, escrita por Herman Melville en 1.851, en esta novela se encontraron que contenían frases relacionadas con acontecimientos modernos.
Profundizando con curiosidad, uno se da cuenta de que las matrices únicamente se ven como sopas de letras en las que no sólo no percibimos a simple vista las palabras que pueden formarse, sino que no podemos verlas nunca al no conocer el idioma. Para un lector corriente, sólo se destacan de esas letras las que Drosnin ha marcado, y es como si el resto no dijera nada. Pero, si en vertical y en diagonal es difícil encontrar algo coherente, en horizontal tenemos el texto original de la Biblia, en el que todas las líneas pueden leerse, en todas dice algo. Está claro que una cosa es encontrar objetivamente palabras aisladas y otra cosa es el contexto que se les impone, que siempre es subjetivo. Rebuscando en las matrices que nos propone Drosni en su libro seremos capaces de encontrar cualquier palabra que podamos subjetivamente incorporar al hecho que nos interesa.
Drosnin domina con cierta habilidad la técnica literaria. Introduce lentamente su exposición y, poco antes del final, cuando se ha creado un clímax de intriga total, lanza el jarro de agua fría. El asombrado lector apenas si se lo cree. Después de 150 páginas ¿es todo un cuento? No, no tiene sentido. Así, Drosnin puede conseguir hacer tragar al lector todo el resto de su fantástico código.
El matemático norteamiericano Barry Simon, realizó varios intentos de reproducir el experimento tal cual lo planteaban sus defensores, pero dieron resultados negativos. Finalmente, un comité de la Universidad hebrea, formado por defensores y escépticos, se dividió en dos grupos que se ayudaron de expertos independientes para recopilar los datos. Nadie encontró las evidencias del fenómeno que el experimento original de Gans supuestamente sí había encontrado. Desde 2.003, hay científicos de algunas universidades que siguen apoyando el código. Los dos principales son Eliyahu Rips y Robert Haralick (ingeniero electrotécnico de la Universidad de Nueva York). Sin embargo, la mayoría de los científicos que lo han analizado lo rechazan.
Cabe decir que tanto en su primer libro, como en la segunda parte, Drosnin se ha aventurado a hacer varias profecías, y a día de hoy no se ha cumplido ninguna. Sin embargo, habría que agregar que en este mencionado código oculto, se pronosticaba un holocausto nuclear o una catástrofe mundial para el año 2006, lo cual no ocurrió.
Pero ¿a qué esta jugando Drosnin? El Apocalipsis afirma claramente que «el libro sellado» será abierto por el Mesías, por el Cordero, que es el único digno de ello (capítulos 5, 6). ¿Quién se cree este individuo? ¿Es Drosnin nuestro Mesías? A la vista de todos estos disparates, no debemos olvidar lo que la Torah enseña leyéndola al derecho. Aquel «profeta» que enseñe otros dioses, incluso si anuncia prodigios y se cumplen, no debe ser escuchado (Deu. 13:1-5). ¿Pero es que de verdad se cumplen las profecías de Drosnin?
A manera de conclusión, son cientos y miles las posibilidades de hacer coincidir palabras para formar frases de acontecimientos que ya han sucedido, incluso interpretaciones de profecías, tales como las de Nostradamus, Edgar Cayce u otros perceptivos, pueden ser forzadas para que coincidan con partes de la historia. Por el momento el código de la Biblia sigue siendo una teoría que aun está muy lejos de ser real.
Anexo I: El texto del Antiguo Testamento
El Códice de Leningrado, o Leningradensis, es la Biblia Hebrea COMPLETA más antigua que se conserva. Mientras que conservamos partes de la Biblia, o libros completos, más antiguos que este Códice, sin embargo no existe en la actualidad ningún manuscrito más antiguo que conserve la Biblia Hebrea completa.
Es uno de los mejores representantes del texto masorético, y data del año 1.008/1.009 d.C. Se conserva en San Petersburgo (Rusia), en la Biblioteca Nacional Rusa (Saltykov-Shchedrin), donde llegó a mediados del siglo XIX. Desde 1.917 hasta 1.991 la ciudad se llamó Leningrado, de donde deriva el nombre del manuscrito. Es el manuscrito B19a de esta biblioteca.
Se usa hoy como texto básico de las principales ediciones modernas impresas de la Biblia hebrea. Es el texto usado por la Biblia Hebraica de Rudolf Kittel a partir de su tercera edición (1.937), y de la Biblia Hebraica Stuttgartensia.