Cuenta una antigua leyenda maya que existen dispersas en la Tierra trece calaveras mágicas de cristal. Una fue tallada en nuestro mundo pero las otras doce… provienen de otros mundos; otros mundos que antaño habitó la humanidad.
Quien consiga reunir las treces calaveras adquirirá conocimientos que jamás fueron imaginados en todos los confines del Universo.
Corría el año 1.924 y el abnegado e intrépido explorador Frederick Albert Mitchell–Hedges exploraba las ruinas mayas de Lubaantum, en compañía de su hija adolescente Anna, buscando una prueba irrefutable que demostrara la existencia de la «Atlántida«. Casualmente, Anna, llevada por su juvenil curiosidad, realiza un sorprende hallazgo: una caravela de cristal de roca.
Desde su descubrimiento un halo de misterio comienza a rodear a este objeto. Aunque ya se tenía constancia de la existencia de otras calaveras, ésta tiene ciertas ‘peculiaridades’ que la hacen única.
Todas las conocidas hasta el momento eran de origen azteca, sin embargo la encontrada por Mitchell–Hedges parece tener un origen maya.
Llama la atención su increíble parecido con un cráneo humano real. Está compuesta de dos piezas: el cráneo propiamente dicho y una mandíbula inferior articulada. También puede observase que se le ha realizado un vacío en su interior.
Las primeras investigaciones no detectan rastro de la utilización de herramientas metálicas; unido al contrastado desconocimiento de una metalurgia avanzada en los pueblos mayas conllevaba que se hubieran necesitado cientos de años para su fabricación de forma manual (cuestión que se plantea prácticamente imposible).
De la calavera emanan extraños poderes psíquicos que afectan a todo aquel que permanece en su zona de influencia; extraños ultrasonidos parecen provenir de su interior; de las orbitas de sus ojos fluye un haz de luz de los más diversos colores…
El aventurero Mitchell–Hedges había encontrado (¡casualmente!) su oscuro objeto del deseo. La prueba irrefutable de la existencia de los Atlantes. Solamente ellos pudieron haberla fabricado (con conocimientos que la humanidad jamás llegará alcanzar) y dejaron su legado al pueblo maya, para que la custodiaran «hasta el gran momento«.
Había nacido un enigma que había que resolver.
Curiosamente, ninguno de los demás miembros de aquella fascinante expedición a las ruinas mayas atestiguaba que se encontrara objeto alguno parecido a la calavera de cristal de roca. Esta falta de testimonios por parte del equipo que llevó a cabo tan impresionante aventura cubría al objeto de ciertos aires de fraude.
Aunque tan invalorable objeto se encontró sobre el año 1.924, no fue hasta el año 1.943 cuando Mitchell–Hedges lo dió a conocer publicamente al mundo entero. Para colmo, en la historia de la calavera sale a relucir un nuevo protagonista: Sr. Sidney Burney. Este marchante de arte afirmaba ser el propietario de la calavera hasta su venta en una subasta de Sothebys que tuvo lugar en Londres en el año 1.943.
El comprador de la calavera no fue otro que nuestro explorador de las ruinas mayas, que pagó por ella 400 libras esterlinas.
Así pues la adscripción de esta pieza a la cultura maya comenzaba a ser tan imaginaria como las circunstancias que rodearon su aparición.
Hasta el año 1.996 se mantiene el beneficio de la duda. Momento en el que el museo británico (poseedor de una calavera parecida) decide tomar cartas en el asunto para limpiar la imagen de sus posesiones.
La calavera es sometida a un análisis más riguroso, empleando la técnica MEB (Microscopía Electrónica de Barrido). Este nuevo análisis encontró surcos regulares en la superficie del cristal que sólo pudieron ser realizados por un pulimentado mecánico con una rueda de abrasión. A su vez, el análisis del cuarzo reveló que se trataba de cristal de roca brasileño que jamás se había empleado en Mesoamérica pero sí (y con abundancia) en Alemania en el S XIX.
En cuanto a las propiedades paranormales, cambios de color, haces de luz, y demás extraños poderes psiquicos nunca han podido ser probados o demostrados por ser humano alguno.
Un enigma y un oopart fruto de los sueños de un fracasado explorador necesitado de demostrar a la comunidad cientifica que sus increibles y fantasiosos postulados sobre una antigua civilización atlante eran una verdad incontestable.