El riesgo de la Prima

En la mayoría de familias siempre hay una prima que es potencialmente origen de conflictos. Es aquella que un verano hace una aparición en escena que nos deja obnubilados y sin capacidad de reacción. Lanzarse a la aventura con ella supone siempre un riesgo. Un riesgo que no todos percibimos por igual. El incesto en cualquiera de sus grados sigue siendo una cosa muy mal vista.

Nos adentramos en territorios ignotos con tanta noticia de primas y de riesgos, una revuelta ya cuasi familiar en la que nos ha metido la tal “prima”. Hasta en las mejores familias, todas tienen sus problemillas, un hijo crápula, una tía solterona, un pariente imputado…, y ahora todas en conjunto, al menos las españolas, todas tienen una “prima de riesgo” muy alta.

Algo que no está tan mal visto como el incesto  es lo que tradicionalmente entendemos por usura o interés desmedido por el dinero a costa de la necesidad ajena (hay religiones que la prohíben y otras que parece que la promueven). En la llamada ingeniería financiera, el término usura ha generado una sorprendente cantidad de eufemismos y uno de ellos es el de prima de riesgo.

La práctica de la usura es tan vieja como el hombre, aunque en menos de dos siglos, la usura pasó de ser un delito castigado severamente por la ley y despreciado por todo el mundo, a ser considerada como una forma reconocida y honorable de hacer negocios, cuyos practicantes recibían los más altos honores que un Estado puede otorgar.

Las primeras referencias a la usura se encuentran en los textos védicos de la India entre el 2.000 y 1.400 antes de Cristo. Allí se condenaba con el nombre de usurero a todo prestamista a cambio de interés y las castas superiores –brahmanes y castrillas– tenían prohibido practicarla.

Y es paradójico que en la competitiva sociedad del bienestar en la que vivimos lo que más se valore sea precisamente el dinero, un objeto que, en sí mismo, no tiene más valor que el de la dificultad que hay para reproducirlo y que, aunque esté cargado de todo tipo de significados y en ningún momento debería de alejarse de la lógica y el razonamiento matemático, tiene de todo menos de ciencia exacta. El dinero es el instrumento de satisfacción de las necesidades humanas en función de los recursos disponibles.

¡Guauuuu! ¿Y cómo medimos esa satisfacción? ¿Qué función matemática la representa? ¿Es para todos igual? ¡Houston, tenemos un problema!

El dinero posee la extraña cualidad de reproducirse a sí mismo, algo que los economistas suelen negar con rotundidad. Pero visto de una manera un tanto superficial, el dinero aumenta o disminuye en virtud de una simple función aritmética que se llama «interés», un sencillo concepto con el que el dinero inicia su andadura en el complejo mundo de las Matemáticas Financieras.

Hasta mediados del siglo XIV no existían los contables. Era frecuente que algunos mercaderes pasaran por largos períodos de tiempo en los que no podían saber con certeza si eran millonarios o estaban en la bancarrota. Todavía en el siglo XV, cuando ya había aparecido la figura del contable, era aceptado que las cuentas “se acercaran lo suficiente” a la realidad, ya que, a falta de un método racional de contabilidad, no había nadie capaz de cuadrarlas. Se dice de Luca Pacioli (1.445-1.517), uno de los matemáticos más importantes de la Italia de su época, que es el padre de la contabilidad por partida doble. Su obra «Summa de Aritmética y Geometría, Proportiono et proportionalita», está considerada como uno de los compendios más importantes de la historia de las Matemáticas. En ella hay una parte (De computis et scripturis) que está dedicada a la contabilidad y en la que se explican las técnicas para la teneduría de libros por partida doble. La obra se publicó por primera vez en 1.494, un siglo después se editaron versiones en italiano, holandés, alemán, francés e inglés, y posteriormente, en el siglo XIX, en alemán y ruso. La importancia histórica de esta obra queda puesta de manifiesto por el historiador Alfred W. Crosby cuando afirma que “en los últimos siete siglos la teneduría de libros ha hecho más para dar forma a las percepciones de las mentes más brillantes que cualquier innovación en la filosofía o en la ciencia”.

Si un interés está al 10% y pasa al 12% decimos que el tipo de interés ha aumentado dos puntos. Así de sencillo.

Ha sido un aumento de dos puntos porcentuales, o sea dos unidades en el correspondiente tanto por ciento. Pero han sido doscientos si los consideramos como puntos básicos (en economía antes muerto que sencillo).

Últimamente, los medios de comunicación, aunque no lo digan explícitamente, suelen referirse siempre a puntos básicos, lo que es signo de que las cantidades de las que hablan son enormes.

El entrañable tío Gilito hablaba siempre de “muchillones” y “centifollones”. Terminología que propongo adoptar en la situación actual.

Supongamos que A y B necesitan dinero para poder ganar dinero. Ya sé que suena un poco raro pero es así. Una de las posibles opciones que le ofrece la usura institucionalizada es la de emitir bonos. Es parecido a imprimir papel moneda, pero sometido a las leyes de la usura.

Los bonos se ponen a la venta. Valen, por ejemplo, mil euros cada uno. Si lo compras te “garantizan” que al cabo de un cierto tiempo ( que suele ser de diez años) valdrán 1.040 €, es decir un 4 % más. Esto es lo que se llama la rentabilidad de los bonos.

Y ahora viene el asunto enjundioso, que es el de las garantías (de ahí el entrecomillado de antes). Resulta que por razones que ahora no vienen al caso, A tiene mucha credibilidad económica y B muy poca. O dicho de otra forma, que tienes más garantías de que A te pague lo acordado que B. Todo esto se acaba traduciendo en lo siguiente:

A emite bonos con una rentabilidad del 2,035%

B emite bonos con una rentabilidad del 6,148%

Ya sé que esto no es serio, pero insisto, es así.

Según lo que hemos aprendido antes, la diferencia en puntos básicos es de 411. Es entonces cuando decimos que la prima de riesgo de B es de 411.

Si son varios los actores en juego, la prima de riesgo se calcula siempre en relación a aquel que emite bonos con la rentabilidad más baja, que automáticamente se convierte en el rey del mambo (léase Alemania).

Ya sé que mucha gente se preguntará porqué extraño motivo el rey del mambo necesita emitir bonos. No es nada saludable hacerse este tipo de preguntas que a lo único que conducen es a internarse en los oscuros recovecos de una posible estafa orquestada a nivel internacional.

Esta prima de riesgo es la misma prima de riesgo que se calmaría cuando cambiásemos la Constitución; la misma que tenía nombre y apellidos y se llamaba Rodríguez Zapatero; la misma que bajaría en cuanto gobernase Rajoy, en cuanto se aprobase el plan de rescate a la banca, en cuanto pasasen las elecciones griegas… Es la misma prima de riesgo que continúa disparada, agotando todas las excusas y coartadas, asfixiando nuestro presupuesto público, hipotecando nuestro futuro.  ¿Por qué sigue subiendo? ¿Por qué subió ayer cuando se suponía que debería de bajar?

La prima de riesgo no es más que un sobrecoste que un país tiene que pagar con respecto a otro país (supuestamente más solvente), derivado de que le piden un interés más alto cuando solicita dinero externo con el que financiar sus actividades.

Pero, ¿porqué un Gobierno/País tiene que pedir dinero para realizar sus actividades? Pues normalmente, porque gasta más de lo que ingresa. Generalmente se debe a una falta puntual de dinero cuando se necesita un mínimo de tesorería (dinero en caja) para afrontar los pagos más inmediatos o se necesita financiar operaciones a medio y largo plazo, fundamentalmente inversiones y no son suficientes los ingresos por impuestos y otros recursos ordinarios (precios públicos, transferencias recibidas, tasas, etc.).

Y siguiendo con lo elemental, ¿quién le presta dinero a los Gobiernos?. Cualquier persona o entidad que pretenda obtener algún beneficio a cambio. Individuos como usted o como yo que compramos deuda del Estado, o Bancos o Inversores en general, pero siempre alguien que pretende ganar dinero ajeno prestando el suyo, los usureros.

Hasta aquí vamos bien, esto parece como esos anuncios en la radio de agentes “pseudo-financieros” que ofrecen, por intereses desorbitados que rayan en la usura, dinero rápido y fácil a todo el mundo, en particular a los que no tienen crédito con los bancos “convencionales”. Esto implica que hay una relación directa entre lo que pagamos de interés, o mejor de exceso sobre un interés “normal” (esto es, la prima de riesgo) y la probabilidad que tiene quien presta el dinero de cobrar o no cobrar.

Entonces me pregunto, si el negocio es así, ¿por qué se rasga las vestiduras el mundo económico cuando aparece la palabra impago de la deuda de un Gobierno/País?.

Pienso yo ingenuo, que dentro de la diversificación que se aplica en un portafolio de activos financieros, como en cualquier otra actividad económica, unas inversiones irán bien, es decir cobrarán los intereses y el capital, otras no tan bien, que cobran sólo intereses y aplazan la amortización del capital, y otras mal, en las que el banco/prestamista tiene que renegociar a la baja las condiciones del préstamo, o amortizar a pérdidas el capital como ha ocurrido recientemente con la deuda griega o años antes con la de Argentina. Y en esos casos singulares, en esas raras ocasiones, el prestamista, banco, persona o fondo tiene que reconocer una pérdida, en este caso hizo un mal negocio, una mala inversión.

Entonces, si creemos en los propios ajustes de la economía de libre mercado, si los inversores financieros son expertos en cálculos probabilísticos que balancean el riesgo de impagados con el beneficio de los intereses, ¿a qué viene tanto pánico al impago?

¿No estarán los propios Gobiernos/Países defendiendo con su actitud los intereses de la Banca Privada?, porque hablando en plata, si no hay especulación, si los medios financieros son libres y eficientes, y si con ajustes o no en los Presupuestos del Estado, con actuaciones nuevas o correcciones de errores pasados, si es seguro que España, como Alemania, va siempre a pagar su deuda, ¿tiene sentido que los bancos o quien cobre esa deuda lo hagan casi con “usura”, con un interés muy superior al de Alemania? A mi entender, a plazo medio, los Gobiernos que pagan un sobreprecio por su deuda, deberán en algún momento, realizar algún impago, algún “default”. Si no fuese así, Argentina antes, Grecia después y España/Italia ahora, esos Gobiernos estarían “regalando” un beneficio extra sin riesgo a quienes les prestan, esto es, estarían otra vez engordando los beneficios de esa Banca Privada y esos Fondos de Inversión a los que previamente salvaron de la crisis inyectándoles una buena trasfusión de fondos públicos.  Así lo agradecen ahora…

En realidad, el mecanismo de compra/venta de una deuda soberana es algo más complejo:

El Tesoro de España emite deuda (pide prestado) de forma regular y con un calendario conocido con antelación, en lo que se llama mercado primario. A él acuden inversores institucionales (bancos, fondos de inversión, de pensiones, etc.) que compran los bonos, es decir prestan, y los mantienen a vencimiento como una inversión a largo plazo. Estos inversores son los que realmente prestan dinero al Tesoro. España pide prestado unos 60.000-80.000 millones al año en emisiones netas, o diferencia entre la deuda que pides y la que vence (es decir nueva deuda que pides, además de la que ya tenías).

En el mercado secundario de deuda se venden y se compran los bonos que ya están en circulación. En este mercado actúan los traders: hedge funds, pension funds internacionales, bancos españoles y extranjeros, etc. Los traders se dedican a comprar los bonos hoy para venderlos mañana o en unos minutos. No los compran para quedárselos a largo plazo. En este mercado se compran bonos con vencimientos de 2 a 30 años, pero la mayoría de la negociación (más del 50%) se centra en el bono a 10 años. Los traders no prestan ni un duro al Tesoro español, sólo compran y venden.

Cuando hay presión vendedora de bonos, el precio del bono cae y la rentabilidad que piden los compradores sube. Eso hace que la prima de riesgo suba. Una prima de riesgo subiendo provoca miedo y otros inversores y/o traders se apuntan a vender y así entramos en el círculo vicioso de una prima de riesgo cada vez más alta. Para colmo, está permitido el vender bonos que no tienes (venta a crédito o posición corta) con lo que la presión vendedora puede llegar a ser enorme, en plan estampida imparable que se lleva todo por delante.

Cuando se dice “los inversores desconfían de España y piden rentabilidades más altas para prestar”, habitualmente no es cierto. Sí lo es en el mercado secundario y por parte de los traders. Pero ya hemos visto que los traders no prestan nada. Sólo compran y venden. Sí es cierta la expresión “los mercados, es decir los traders, desconfían de España”.

Lo malo de este mercado secundario no es sólo que introduce mucho miedo en la economía real. Lo malo es que induce también al mercado primario. Si los tipos en el secundario están al 7%, los inversores que realmente prestan pedirán algo próximo al 7%, pues pueden comprar bonos en el mercado secundario en lugar del primario y obtener una rentabilidad al 7%.

El volumen negociado en el secundario es enorme: unos 500.000 millones al mes, tanto como toda la deuda pública de España a largo plazo. O en otras palabras, el mismo bono se vende y se compra unas doce veces al año. Obviamente los que hacen esto no son inversores, son traders. Este volumen aumenta mucho en tiempos de incertidumbre y volatilidad. En los dos últimos años (2.009 a 2.011) se ha multiplicado casi por tres, desde 190.000 millones al mes a 500.000…. Y sigue creciendo. Estos señores son los que fijan la prima de riesgo de España.

Es increible que este tinglado financiero (ya identificado en cuanto a sus principales actores se refiere) no esté todavía  controlado y regulado. Hasta que eso no ocurra no podemos hablar de soluciones a la crisis más o menos definitivas.

Atendiendo a los datos macroeconómicos, la situación de España es asumible. Al comenzar el año 2.010 el interés que tenía que pagar el tesoro público español para colocar sus bonos a 10 años en el mercado era inferior al 4%, apenas un 0.5% (50 puntos básicos) más que lo que tenía que pagar el tesoro alemán. Desde entonces la evolución de ambos bonos ha sido opuesta.

La situación actual supone un enorme sobreprecio (prima de riesgo) de más del 5%  (500 puntos básicos), que amenazan con desestabilizar las finanzas públicas por el aumento de los pagos de intereses. Sin embargo, hay que aclarar que la mayor parte de la deuda existente hoy día se emitió a tipos mucho más bajos, por lo que el interés medio pagado por la deuda sólo ha subido un 0,51% respecto a los mínimos de 2.009. Esto sólo supone un sobrecoste de poco más de 3.000 millones, por lo que la gran mayoría de los incrementos en los pagos de intereses hay que achacarlos al brusco aumento de la deuda total en circulación, que ha pasado de 307.000 millones en 2.007 a más del doble actualmente (615.000 millones). Además, de toda esta deuda sólo poco más del 40% está en manos de extranjeros, por lo que sólo la parte proporcional de los intereses acaba en el exterior, terminando el resto en los inversores españoles, que son fundamentalmente bancos, seguros y fondos de pensiones.

La situación, como puede verse, no parece aún desesperada, pero sin embargo vemos que multitud de analistas nacionales e internacionales hablan del “problema español” y que las presiones internacionales para que se estabilice la deuda pública son enormes. Es más, a partir del otoño pasado los inversores extranjeros han comenzado a huir precipitadamente de la deuda española, vendiendo más del 21% de la deuda que poseían, tendencia que ha ido acentuándose durante este año.

Estas ventas han sido compensadas por las enormes compras de la banca española, que ha utilizado el dinero obtenido en el Banco Central Europeo para ello. Es decir, que la deuda española ha quedado prácticamente fuera del mercado y ahora mismo dependemos casi exclusivamente del BCE. Ésta, y no otra, es la razón de que la prima de riesgo haya subido con tanta fuerza en los últimos días, pues la banca al parecer está agotando el dinero obtenido en el BCE y no es capaz de cubrir ya las nuevas emisiones y las ventas que los extranjeros están haciendo en el mercado secundario (donde se compra y se vende deuda ya en circulación).

Luego el problema real es que por alguna razón los inversores extranjeros han empezado a “vender España”, algo que parece estar ocurriendo también en la Bolsa española. ¿Y por qué está ocurriendo esto?

En teoría económica se han estudiado mucho las crisis de deuda pública y son bastante bien conocidas las circunstancias en las que los inversores comienzan a exigir cada vez más interés para comprar la deuda de un país. Esto ocurre fundamentalmente cuando aumenta el riesgo de quiebra (o impago de la deuda) percibido (ésta es la clave de la economía, ¡la percepción!) por estos inversores. Entre los inversores existen instrumentos de inversión que miden el riesgo de quiebra percibido por los mercados. Estos instrumentos se llaman CDS (Credit Default Swaps) y son básicamente seguros de riesgo de impago muy similares a los seguros domésticos que cualquier particular pueda tener contratados, con la particularidad de que se pueden vender y comprar. Los CDS nos están diciendo que la situación de España ha empeorado muy notablemente en los últimos meses, pasando del 20% de riesgo de quiebra en mayo del pasado año a casi el 34% actualmente. Es decir, estamos en la misma situación que estaba Portugal hace poco más de un año. Y recordemos que el bono portugués a 10 años se paga ahora mismo a más del 12%, lo que lógicamente es un nivel absolutamente insostenible para las finanzas de cualquier país con los niveles de deuda e inflación que tienen los países de la zona euro.

El problema de este aumento de la desconfianza viene básicamente porque los inversores piensan que los ingresos futuros del Estado no serán suficientes como para atender los pagos de la deuda. Esto ocurre por dos motivos. El primero es porque la deuda sigue aumentando con fuerza. El pasado año fueron concretamente 51.000 millones más. El segundo es que los ingresos del Estado no aumentan como sería necesario para garantizar el pago de esta deuda.  El pasado año los ingresos se redujeron en más de 4.000 millones hasta 377.000 millones cuando en 2.007 fueron 433.000 millones. Recordemos que en este intervalo la deuda se ha duplicado.

Realmente estos dos problemas tienen el mismo origen, que es la falta de crecimiento económico. Esto es lo que hace que los ingresos fiscales no crezcan y que el mantenimiento de la estructura del Estado obligue a incurrir en elevados déficits públicos que aumentan la deuda.

Y aquí es realmente donde empiezan los problemas. El pensamiento dominante en la Troika dictamina que la situación viene dada porque España ha perdido competitividad porque los salarios han subido mucho respecto a Alemania, porque tiene un sector público exageradamente grande. Por lo tanto, en la mentalidad de la Troika, bajando salarios y desmantelando parte de la estructura del Estado todo volverá a su cauce correcto, la economía española crecerá y los mercados volverán a confiar en nosotros.

Pero es muy dudoso que este diagnóstico sea correcto. Aunque es cierto que los salarios españoles han crecido más rápido que en Alemania, los salarios sólo son una pequeña parte de los costes totales de producción de nuestras empresas exportadoras. Estos precios de producción realmente están en el mismo sitio en que se encontraban en 1.999 respecto a Alemania. Es más, las exportaciones españolas han crecido tanto como las alemanas desde ese año, y mucho más que en Francia, Italia o Reino Unido.

Los costes salariales de las empresas industriales (nuestros principales exportadores) apenas suponen el 10% de los costes totales, por lo que una rebaja salarial del 10% apenas bajaría sus costes totales un 1%, algo que evidentemente poco puede impulsar nuestras exportaciones y  nuestra actividad económica.

El desmantelamiento de parte de la estructura del Estado es otra de las exigencias de Bruselas, pues creen que con esto se reducirá el déficit y los mercados recuperarán la confianza. Pero una vez más es muy dudoso que esto suceda. La deuda pública es el medio fundamental por el que ha estado entrando capital extranjero en España desde que estalló la crisis, por lo que una reducción del gasto público tendrá unos efectos contractivos muy importantes sobre la economía, dado que apenas liberará capital para su uso en el sector privado. Esto no sólo no aumentará la confianza sobre nosotros sino que la empeorará.

Nos encontramos, pues, en un callejón sin salida. Si obedecemos a la Troika estaremos abocados casi con seguridad a un rescate que nos llevará a una situación “a la griega”. Y si no lo hacemos en pocos meses estaremos en una situación de quiebra técnica, pues como hemos visto dependemos ya en exclusiva del BCE y lógicamente éste ya no nos financiará si no cumplimos con sus exigencias.

¿Qué salida nos queda? No nos podemos engañar. Las locuras cometidas por el entramado partidos-banca-grandes empresas durante los últimos 15 años nos han colocado en una situación de insolvencia como país. No podemos pagar la enorme deuda exterior neta de 1 billón de euros adquirida durante estos años por los sucesivos gobiernos. Pero contamos con una ventaja, que es que nuestra enorme deuda hace que nuestra capacidad de negociación, paradójicamente, se vea reforzada. Es urgente negociar una quita de la deuda, que se debería aproximar al 50%, así como un fuerte plan de inversiones por parte de Europa para relanzar nuestra economía productiva. Si este acuerdo no fuera posible, debemos recordar que aun a día de hoy la mayor parte de nuestra deuda exterior es privada, por lo que si estos bancos que mantienen la deuda con el exterior no pueden responder de sus obligaciones debe dejarse que quiebren, con un plan paralelo para que una banca pública vaya retomando sus funciones.

Si Bruselas nos pusiera en una situación imposible debemos recordar que siempre nos queda la opción de abandonar el euro. Pasaríamos unos meses malos, es evidente, pero la experiencia de otros países nos demuestra que la memoria de los mercados es corta y que en poco tiempo volveríamos a una situación de normalidad.

Pero lo más importante de todo es entender que el gobierno español no está defendiendo los intereses de los ciudadanos, sino los de los partidos, bancos y grandes empresas. Éstos son opuestos a los de la población, e implican la transferencia de enormes cantidades de riqueza de los contribuyentes a la banca, el mantenimiento de los privilegios y de las redes clientelares y de corrupción de los partidos y el de los privilegios de las grandes empresas que se ven con las manos libres para extorsionar a los clientes gracias a las regulaciones hechas ex profeso para protegerlas. Este destino que nos tienen reservado también incluye la permanencia en el euro a costa de lo que sea, pues la banca y grandes empresas sufrirían enormes pérdidas en ese escenario.

Por ello, y si queremos evitar este saqueo que reducirá a la miseria a una gran parte de la población y rebajará enormemente el nivel de vida del resto, es imprescindible que los ciudadanos nos movilicemos con el fin de conseguir un cambio de régimen para que éste sea realmente democrático y con un gobierno que gobierne realmente en el interés de la mayoría. La situación anterior a la crisis nunca volverá, porque se basaba en una riqueza ficticia que se ha esfumado para siempre. Pero podemos exigir que el empobrecimiento, inevitable, se reparta de una forma equitativa. La mayor parte del daño que quieren infligirnos está por hacer. Aún estamos a tiempo de evitarlo.

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