Un soleado y romanticón día de primavera, una cursi y empalagosa parejita de enamorados tontea dulcemente sobre una linda barquita en la superficie de un lago. En un gesto de desprendimiento y en pos de seducir a su dulcinea, el muchacho saca una moneda de sus bermudas y la arroja al lago, al tiempo que pide a su asombrada acompañante que formule un deseo. Los apasionados labios de la chica musitan al viento sus delirios de amor: ¿El nivel del agua subirá o bajará?. Probablemente no fuera la respuesta que esperaba nuestro Casanova, pero este es el problema que planteamos hoy.