El hombre que humilló a Inglaterra. El Almirante Blas de Lezo, también llamado patapalo o el medio hombre, es el héroe español más grande de todos los tiempos al que la historia relegó a un vergonzoso olvido. Si queremos recordar momentos heroicos de nuestra armada de guerra, debemos rememorar a este excelente almirante.
Blas de Lezo pasó a la inmortalidad gracias a su épica, participó en 22 batallas y expediciones, rindió para España decenas de buques del enemigo y jamás nadie pudo decir que se arrodilló ni se humilló ante nadie. Lezo se convirtió en uno de los mejores estrategas de la historia de la Armada Española y en un hombre temido en todos los mares. Los vascos fueron magníficos marineros que han dado momentos brillantes a la Historia de España.
Blas de Lezo es el responsable de que más de 500 millones de americanos hablen español.
Nació en Guipúzcoa en 1.689. A la de edad de 15 años paticipó en su primera batalla naval contra los ingleses durante la Guerra de sucesión por el trono en España. Su valentía en el combate fue extraordinaria hasta que una bala de cañón destrozó su pierna izquierda. Los médicos deciden seccionar el miembro sin anestesia. Las crónicas cuentan que no profirió un solo grito durante la operación en la que se la amputaron. En sucesivas batallas perdió el ojo izquierdo y el brazo derecho y llegó a alcanzar el grado de Comandante General de Cartagena de Indias.
En Octubre de 1.739 Inglaterra declara a España la “guerra de la oreja de Jenkins” (Sitio de Cartagena de Indias) y planea tomar la ciudad donde confluyen las riquezas de las colonias españolas, Cartagena de Indias (Colombia), dominar el comercio en el Caribe y, en una operación combinada con las fuerzas del Comodoro Anson que con el navío Centurión y seis buques más acosaba las colonias del Pacifico Sur, aniquilar el imperio español en América.
Aunque el origen de la guerra fue la rivalidad comercial entre las dos potencias, la causa inmediata de la conflagración fue un incidente cerca de la
costa de Florida cuando el capitán de un guardacostas español, Juan León Fandiño, interceptó el Rebbeca al mando de Robert Jenkins y le hizo cortar a éste una oreja; después de lo cual le liberó con este insolente mensaje: «Ve y dile a tu Rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve». Este suceso enardeció a la opinión pública inglesa y dio lugar a que su Gobierno, presidido por su Primer Ministro Mr. Walpole, declarara la guerra a España presionado por comerciantes de la City que apetecían la conquista de nuevos mercados.
El 13 de Marzo de 1.741 apareció por «Punta Canoa», poniendo en vilo la ciudad de Cartagena, la mayor flota de guerra que jamás surcara los mares hasta el desembarco de Normandía: 2.000 cañones dispuestos en 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de transporte. La flota, muy superior a la Invencible de Felipe II que sólo disponía de 126 navíos, está dirigida por el almirante Sir Edward Vernon y transporta 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos negros macheteros de Jamaica. En la expedición vienen 4.000 reclutas de Virginia bajo las órdenes de Lawrence Washington, medio hermano del futuro libertador George.
¡¡¡Terrorífica sin duda, una flota superior a la armada invencible y equipada para el asedio con 2.000 cañones!!! La ofensa a la corona inglesa iba a ser tratada draconianamente, Cartagena de Indias iba a estar sin duda bajo dominio inglés en pocos días ¿quién iba a poder enfrentarse a semejante fuerza? Nadie lo imaginaba posible, salvo un humilde y espartano Lobo de Mar: Blas de Lezo.
La derrota española parecía tan clara que, antes de la batalla se acuñaron, en Inglaterra, monedas conmemorativas de la victoria inglesa. En ellas se veía a D. Blas arrodillado ante Vernon y se podía leer: «La arrogancia española, humillada por el almirante Vernon».
Blas de Lezo aparecía con ambas piernas y brazos para no dar la impresión de que Vernon había vencido a un simple lisiado.
El 31 de marzo, Vernon, seguro de su victoria y muy arrogante, escribe a su esposa:
Desde el navío «Princesa Carolina», en el puerto de Cartagena, 31 de Marzo de 1741.
«Después del glorioso éxito que le ha complacido favorecernos a Dios Todopoderoso, de Cuyas múltiples gracias espero no ser olvidado nunca, no puedo dejar pasar la oportunidad de escribir una carta que envio a casa para haceros saber las gratas noticias, aunque con las prisas presentes no tengo mucho tiempo para entrar en detalles….
Solo tengo tiempo de añadir que ha complacido a Dios Todopoderoso preservar mi salud para llevar a cabo estas gloriosas fatigas, y tenerme en una buena disposición para comenzar con todo el posible vigor, para humillar a los orgullosos españoles, y llevarlos al arrepentimiento por todas las heridas y las depredaciones llevadas a cabo sobre nosotros durante mucho tiempo.
Vernon se tragaría sus propias palabras poco tiempo después.
Los barcos ingleses bombardearon la ciudad durante días a un ritmo de 62 disparos por hora de media. Lezo ordenó la fabricación de balas encadenadas que destrozaban todo el aparejo de los barcos ingleses y fortificó las murallas con sacos de arena. De esta forma los impactos de los cañonazos eran absorbidos por la arena y las esquirlas de piedra no dañaban a sus hombres. A pesar de tan ingeniosos planes la primera línea de defensa cayó en manos de los ingleses no sin ocasionarles multitud de bajas. Las fuerzas de ataque inglesas llegan al último reducto de defensa español, el castillo de san Felipe de Baraja.
Lezo envió a dos supuestos desertores para que informasen a los ingleses que la parte más débil del castillo era la zona Este… y la más empinada. Las tropas atacantes llegan a colocar las imnumerables escalas para saltar la muralla pero, incomprensiblemente, se quedan cortas dos metros. ¿Por qué? Blas de Lezo había mandado previamente hacer un foso alrededor del castillo de dos metros de profundidad ocasionando el error en la medición de los ingleses.
Como consecuencia se produce una auténtica carnicería en las filas atacantes. A pesar de ello, los envites ingleses no cesan en sus ataques aunque cada vez más cansados bajo el fuego español y la empinada orografía del terreno. En los momentos en que su debilidad era patente, el Comandante Lezo envía a 300 marinos frescos a la carga contra los ingleses que se ven desbordados ante el empuje de aquellos hombres llegando incluso a ser perseguidos por la tropa española. El miedo se dibujó en los ojos de Vernon y sus hombres.
Blas de Lezo pretendía ganar tiempo… sabía que si conseguía proteger la ciudad durante 6 u 8 semanas el calor, la humedad, el paludismo y la fiebre amarilla acabarían con las tropas noreuropeas, poco acostumbradas a los climas tropicales y deficientemente inmunizadas contras las enfermedades de aquellas latitudes.
No hizo falta tanto tiempo, el proceso se vió acelerado porque Vernon no enterró a los cadáveres en su ímpetu por atacar cuanto antes el castillo. Las enfermedades empezaron a cobrarse sus primeras víctimas y la moral de las tropas inglesas se derrumbaba paulatinamente. La derrota de Vernon era inminente. El 20 de mayo de 1.741, poco más de dos meses después de su llegada, los barcos ingleses se retiran cargados con hombres moribundos.
La humillante derrota fue acogida en Inglaterra con vergüenza y resignación hasta el punto que el rey inglés Jorge II prohibió a los historiadores hablar sobre esta batalla bajo pena de horca.
Blas de Lezo muere en Cartagena de Indias unos meses después sin los honores que se merecía debido a los enfrentamientos que tuvo durante la batalla con el virrey de Cartagena de Indias, Sebastián de Eslava.
Los restos del famoso almirante inglés, derrotado por Blas de Lezo en Cartagena de Indias, reposan en el mausoleo de la badía de Westmister. En su lápida se puede leer la falaz leyenda: «He subdued Chagres, and at Cartaghena conquered as far naval force could carry victory» («Sometió a Charges y en Cartagena conquistó hasta donde la fuerza naval pudo llevar la victoria»).
En el año 2.005, los ingleses celebraron el 200 aniversario de la victoria sobre la flota franco-española en Trafalgar. Invitaron a las armadas de todo el mundo y España envió un portaaviones y a la fragata Blas de Lezo. Una fragata no elegida al azar. Fue un recuerdo al astuto guipuzcoano que derrotó con su ingenio y valor a una flota que le superaba con creces en número.
Me encanta todo lo que escribes ,no tenía idea quien era este Sr.