¡¡El hombre que se adapta al mundo es poco menos que un animal!!
Los genes contienen información que ayuda a dar forma a cómo los seres vivos trabajan y determinan el crecimiento, tamaño y otras características de un organismo. Los genes son secuencias químicas, llamados ácidos nucleicos, que se encuentran en el ADN. Los aminoácidos son los bloques básicos de las proteínas y las proteínas forman la estructura de los seres vivos.
Desde hace miles de años los agricultores han estado alterando la estructura genética de los cultivos que siembran. La selección efectuada por el hombre para obtener características tales como el crecimiento más rápido, semillas más grandes o frutos más dulces ha modificado notablemente a las especies vegetales, en comparación con sus parientes silvestres. Es extraordinario que muchos de nuestros cultivos modernos hayan sido desarrollados por personas que no conocían las bases científicas del fitomejoramiento.
A pesar de la falta de conocimientos acerca del proceso, el fitomejoramiento era una actividad popular. El mismo Gregorio Mendel, el padre de la genética, fue un fitomejorador, al igual que algunos de los principales botánicos de su época. El trabajo de 1.865 de Mendel (http://www.MendelWeb.org/Mendel.html) donde explica cómo los alelos dominantes y recesivos pueden producir las características que vemos y que pueden ser transmitidas a la descendencia, fue la primera idea importante en la ciencia que sustenta el arte. El trabajo no tuvo mucha difusión hasta 1.900, cuando tres científicos que trabajaban sobre problemas de mejoramiento lo redescubrieron y publicaron los resultados alcanzados por Mendel.
La revelación del descubrimiento de Mendel fue seguida de avances importantes en el fitomejoramiento. Los mejoradores aplicaron sus nuevos conocimientos de genética a las técnicas tradicionales de autopolinización y polinización cruzada de las plantas.
El arte de reconocer las características valiosas e incorporarlas en las generaciones futuras es muy importante en el fitomejoramiento. Los mejoradores tradicionalmente han examinado sus campos y viajado a países extranjeros en busca de plantas individuales que presenten características deseables. Esas características en ocasiones surgen espontáneamente a través de un proceso llamado mutación, pero el ritmo natural de la mutación es demasiado lento y poco confiable para producir todas las plantas que les gustaría ver a los mejoradores.
La tecnología transgénica aporta los medios para efectuar «cruzas» aun más lejanas que las que eran posibles anteriormente. Organismos que hasta ahora habían estado por completo fuera de la gama de posibilidades de ser donadores de genes pueden ser usados para donar características deseables a plantas de cultivo. Esos organismos no proporcionan su conjunto completo de genes sino que, más bien, donan sólo uno o unos cuantos genes a la planta receptora.
Cuando la tecnología genética se utiliza para alterar la constitución genética de un cultivo alimenticio o ingrediente alimentario, se considera que fue genéticamente modificado. Esto se logra mediante la transferencia de un gen en la comida destinada. Plantas genéticamente modificadas tienen genes de otras plantas y algunos incluso tienen genes de los animales.
¡¡Mendel nos abrió el camino a la modificación genética de los alimentos!!
De acuerdo con el diccionario de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se conoce como Transgénico a todo aquel Organismo Genéticamente Modificado (OGM) en un laboratorio, al cual se le incluye (por medio de un proceso conocido como transgénesis) dentro de su estructura genética una característica correspondiente a otro ser a fin de mejorarlo.
Sus detractores señalan que su consumo puede derivar con el paso de los años en alergias, mutaciones e incremento y diversidad de cáncer. Sus defensores, por su parte, comentan que son la opción para que la humanidad pueda (ante un clima cambiante y condiciones adversas) producir alimentos con los nutrientes necesarios para subsistir.
¿Por qué es importante la obtención de alimentos transgénicos?
1) Porque tienen una vida comercial más larga;
2) Porque resisten condiciones ambientales agresivas, como heladas, sequías y suelos salinos;
3) Porque resisten herbicidas;
4) Porque resisten plagas de insectos;
5) Porque resisten enfermedades;
7) Porque tienen mejores cualidades nutritivas.
Ejemplos clásicos de cultivos transgénicos son el tomate, la soja y el maiz.
El tomate «Flavr Savr», fue modificado genéticamente para que resistiera más tiempo después de madurar, evitando que produjera una enzima esencial en el proceso de senescencia (envejecimiento).
En la soja, se introdujo un gen que la hace resistente a un herbicida, el glisofato.
En el maíz, se logró genéticamente que sea resistente a un insecto, el taladro del maíz, y a un herbicida, el glufosinato.
Los anti-transgénicos alegan que estos alimentos producen alergia a algunos individuos. La alergia es una reacción exagerada del organismo contra una sustancia extraña a él (por lo general una proteína). Cualquier alimento, tiene miles de proteínas extrañas para el hombre, por lo que existen bastantes personas alérgicas a la soja, al maní, a las fresas, etc. La soja transgénica, por ejemplo, tiene una proteína más entre esas miles, por lo que el riesgo es mínimo. Y, naturalmente, el riesgo desaparece por completo cuando la soja se procesa para obtener aceite, lecitina, etc.
Por el contrario, la soja transgénica evita la utilización de herbicidas más agresivos. El glisofato es un herbicida relativamente poco tóxico y biodegradable, pero no es selectivo, por lo que no puede utilizarse con cultivos de soja “normal”.
Muchas de las críticas que se hacen a la nueva biotecnología esconden detrás argumentos contra el sistema neocapitalista y el enorme poderío de las compañías multinacionales, más que censuras concretas a la tecnología en cuestión.
Nos encontramos con un claro posicionamiento socio-político, de grupos básicamente ecologistas, que se muestran contrarios a un modelo de sociedad capitalista postindustrial que no les gusta. En general, actúan de buena fe. Pero se basan en un romanticismo un tanto peculiar. Buscan un “mundo prístino” difícilmente realizable.
Pero, en realidad, su temor no se basa tanto en lo que se hace ahora con la modificación genética de alimentos, sino lo que se puede llegar a hacer en un futuro con esa tecnología. Falta más información de cara a los consumidores. A veces sólo llegan las versiones tóxicas promovidas por algunos ecologistas que lanzan bulos contra los productos transgénicos, perdiendo la verdad ética. Pero la realidad es que la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que no hay un solo caso reportado en el mundo en el que el consumo de un alimento transgénico haya reportado daños a la salud de animales y humanos. Además, otro problema fundamental es que, hasta ahora, las ventajas se han relacionado principalmente con la creación de cosechas que resisten ataques de insectos, o toleran la acción de herbicidas. Esto beneficia principalmente a los que venden las semillas y a los agricultores. Pero el consumidor particular no percibe claramente un beneficio directo.
Aunque algunas de tales críticas son ciertas y están bien fundadas, no parece correcto culpar siempre a la biotecnología y a los científicos de los males que son propios del sistema. En estas cuestiones, como casi en todo en esta vida, conviene ser moderados.
Cuando se afirma que la ingeniería genética es una agresión a la diversidad biológica, se olvida que la agricultura tradicional también lo es, ya que ha reducido notablemente la variedad y riqueza de los alimentos que se consumen a diario. Decir que la ingestión de genes nuevos y extraños sólo ocurre cuando se comen alimentos transgénicos es también faltar a la verdad, ya que cualquier gen que se toma habitualmente en la dieta es tan extraño como pueden serlo los que manipula la biotecnología. Lo único que esta técnica hace es tomarlos de otro ser vivo y trasplantarlos, no crearlos artificialmente a partir de la nada.
Es verdad que debe existir un protocolo de seguridad que estudie y regule el impacto alimentario y ambiental del empleo de los organismos genéticamente modificados para evitar errores y posibles peligros. En este campo de la ciencia en el que todavía tantos mecanismos biológicos siguen siendo un misterio, es menester ser prudentes y aplicar constantemente el principio de precaución.
Si hay alguna duda sobre la seguridad de cualquier alimento transgénico es siempre preferible no hacer correr riesgos a las personas y esperar hasta que existan las suficientes pruebas científicas que garanticen su consumo. Pero también es cierto que, según afirman numerosos hombres de ciencia, la biotecnología aplicada a la agricultura y ganadería podría aumentar la calidad nutricional de los alimentos, reducir el uso de productos químicos en la agricultura, así como abaratar los precios y eliminar el hambre del mundo.
Si se toman las medidas adecuadas, con el consiguiente respeto ético por el hombre y su entorno, los beneficios para la humanidad seguramente superarán los riesgos. ¿Podrá, de verdad, la ingeniería genética erradicar algún día para siempre el temible fantasma del hambre? Esto también se conseguiría simplemente mediante una equitativa distribución de los alimentos que hoy ya existen. Algo que no depende tanto de la ciencia sino, sobre todo, del corazón del ser humano. De su espíritu solidario y de su amor al prójimo.
Los que propugnan una agricultura pre-científica y “natural”, que no utiliza plantas mejoradas genéticamente, ni fertilizantes de síntesis, ni fitosanitarios, conducen a crear cosechas poco productivas y, además, muy caras. Pueden ser interesantes en un entorno geográfico concreto, pero desde luego no es la solución. La solución es saber cómo producir más, consumiendo menos.
Las tecnologías se desarrollan para mejorar la calidad de vida de las personas y no podemos cerrarnos ante eso.
Anexo I: 20 cuestiones respondidos por la OMS sobre transgénicos.
P8. ¿Son inocuos los alimentos GM?
Los diferentes organismos GM incluyen genes diferentes insertados en formas diferentes. Esto significa que cada alimento GM y su inocuidad deben ser evaluados individualmente, y que no es posible hacer afirmaciones generales sobre la inocuidad de todos los alimentos GM. Los alimentos GM actualmente disponibles en el mercado internacional han pasado las evaluaciones de riesgo y no es probable que presenten riesgos para la salud humana.
Además, no se han demostrados efectos sobre la salud humana como resultado del consumo de dichos alimentos por la población general en los países donde fueron aprobados. El uso continuo de evaluaciones de riesgo en base a los principios del Codex y, donde corresponda, incluyendo el monitoreo post comercialización, debe formar la base para evaluar la inocuidad de los alimentos GM.
Anexo II: 20 cuestiones respondidos por la OMS sobre transgénicos.