Las doctrinas judía y cristiana mantiene que Dios creó el universo en un momento específico en el pasado, y que los eventos subsecuentes forma una secuencia que se desarrolla en forma unidireccional. En su ansiedad de adherirse a un tiempo lineal más que cíclico, los antiguos Padres de la Iglesia denunciaron como pagana la visión cíclica del mundo de los filósofos griegos a pesar de su admiración general del pensamiento griego.
Una característica fundamental de la doctrina Judeo-Cristiana de la creación, es que el Creador es enteramente separado e independiente de su creación; esto es, la existencia de Dios no asegura automáticamente la existencia del universo, como ocurre en algunos esquemas paganos donde el mundo físico emana del Creador como una extensión automática de su ser. En vez, el universo devino en su existencia en un instante definido en el tiempo como un acto deliberado de creación sobrenatural de un ser ya existente.
La descripción bíblica del Génesis, por ejemplo, la cual se fundamenta en anteriores mitos sobre la creación del Medio Oriente, es extensa en poesía, pero breve en detalles fácticos. No hay una indicación clara de si Dios meramente ordenó un caos primigenio, o creó la materia y la luz en un vacío preexistente, o hizo algo aún más profundo. Abundan las preguntas incómodas. ¿Qué estaba dios haciendo antes de crear el universo? ¿Por qué lo creó en un instante en el tiempo y no en otro? ¿Si había estado contento durando una eternidad sin un universo, qué causó que cambiara de parecer y creara uno?
Sin embargo, si el universo, que es la totalidad de las cosas, no puede ser considerado como lo primario o esencial, queda abierto el campo a una búsqueda filosófica y teológica de ese Principio que es el Creador del universo. O existimos necesariamente o somos creados. La tercera alternativa, que todo existe por azar, no merece ni siquiera ser considerada. El azar es un sinónimo de nuestra ignorancia.
Todas las principales religiones occidentales proclaman que Dios es eterno, pero la palabra “eterno” puede tener dos significados bastante distintos. Por un lado puede significar que Dios ha existido por una duración infinita de tiempo en el pasado, y continuará existiendo por una duración infinita en el futuro; o puede significar que Dios está fuera del tiempo mismo. San Agustín optó por esto último cuando aseguró que Dios hizo el mundo “con el tiempo y no en el tiempo.” Considerando al tiempo como parte del universo físico, mas que como algo en el cual la creación del universo ocurre, y colocando a Dios fuera, Agustín evito limpiamente el problema de qué estaba haciendo Dios antes de la creación.
Aún hoy mucha gente gusta de creer en el rol de Dios como el Primer Motor o la Primera Causa en una cadena cósmica causal. ¿Pero qué significa para un Dios que está fuera del tiempo causar algo? A causa de esta dificultad, los creyentes en un Dios atemporal prefieren enfatizar su rol en sostener la creación a cada momento de su existencia. No hay una distinción trazada entre creación y preservación: ambas son para los ojos de un Dios atemporal una y la misma acción.
La creencia en un ser divino que inicia el universo y luego se “sienta” para ver como se desarrollan los acontecimientos y no toma parte directa en los asunto subsiguientes es conocida como “deísmo.” Aquí la naturaleza de Dios es capturada por la imagen del relojero perfecto, una clase de ingeniero cósmico, quien diseña y construye un mecanismo vasto y elaborado y luego lo hecha a andar. En contraste con el deísmo está el “teísmo” que cree en un Dios que es el creador del universo, pero también se involucra en el día a día del mundo, especialmente en los asuntos de los seres humanos, con quien Dios mantiene una relación personal y papel de guía. En ambos, deísmo y teísmo, se hace una clara distinción entre Dios y el mundo, entre el creador y la criatura. Dios es concebido totalmente distinto y más allá del universo, aunque es todavía responsable del universo. En el sistema conocido como “panteísmo” no se hace tal separación entre Dios y el universo físico. Por lo tanto Dios es identificado dentro de la naturaleza misma: todo es parte de Dios, y Dios está en todo. Está también el “panenteísmo,” que se asemeja al panteísmo en el sentido que el universo es parte de Dios, pero en el cual no está todo Dios. Una metáfora es aquella en la que el universo es el cuerpo de Dios.
Los mitos paganos de la creación asumen la existencia de la materia y de un ser divino, y por lo tanto son fundamentalmente dualísticos. Por contraste la Iglesia Cristiana antigua estableció la doctrina de la “creación ex nihilo,” en la cual sólo Dios es necesario. Se toma que Él ha creado el universo entero a partir de la nada. El origen de todas las cosas visibles e invisibles, incluyendo la materia, es entonces atribuido a un libre acto de creación de Dios. Una componente importante de esta doctrina es la omnipotencia de Dios: no hay límite a su poder creativo.
Verdaderamente no solo Dios no está limitado a trabajar con materia preexistente, sino que tampoco está limitado a trabajar con leyes físicas preexistentes, porque parte de su acto creativo fue traer esas leyes a la existencia y subsecuentemente establecer el orden y la armonía del cosmos. Pero como éste fue creado a partir de la nada, y a causa de que el acto creativo fue una libre elección del creador, el universo no tiene necesariamente que existir. De este modo Agustín escribió: “Tú has creado algo, y ese algo lo creaste de la nada. Tú has hecho el paraíso y la tierra pero no lo has hecho de ti mismo, porque serían iguales a tu misma creación y en consecuencia serían iguales a Ti.»
La distinción más obvia entre creador y criatura es que el creador es eterno mientras que el mundo creado tiene un principio. Todos concuerdan que en algún sentido u otro el mundo físico en sí mismo es incompleto. No puede explicarse a si mismo, y puede ser entendido sólo a partir de su dependencia de alguna influencia divina.
Mucha gente tiene una imagen de Dios como la de una clase de ingeniero pirotécnico encendiendo la mecha para iniciar el big bang, y luego sentarse para ver el espectáculo. Desafortunadamente esta imagen simple, aunque altamente convincente para algunos, tiene poco sentido. Como hemos visto una creación supernatural no puede ser causativa en el tiempo, porque el devenir en existencia del tiempo mismo es parte de lo que queremos explicar.
Bastante aparte del problema del tiempo, hay varios riesgos adicionales involucrados en invocar a Dios como la explicación del big bang.
Estoy de acuerdo con que la ciencia no lo puede explicar todo, pero eso no significa que no lo hará. Los teístas han siempre intentado aferrarse a cualquier proceso que la ciencia no ha tenido el tiempo de explicar y reivindican que Dios es aún necesario para explicar eso. Por lo tanto cuando la ciencia progrese, Dios desaparecerá. Usted debe aprender la lección que este “Dios de los huecos” es una hipótesis no confiable. En la medida que el tiempo corre hay menos y menos huecos para que él habite. Yo personalmente no veo problema en que la ciencia explique todos los fenómenos naturales, incluyendo el origen de la vida. Concedo que el origen del universo es una nuez dura de romper. Pero si, como parece, hemos alcanzado el estado donde el único hueco remanente es el big bang, es altamente insatisfactorio invocar el concepto de un ser sobrenatural que ha sido desplazado de todos lados a esta última y desesperada capacidad.
Cualquier lógica usada para justificar la existencia necesaria de Dios, podría igualmente bien, y con la ventaja de ganar simplicidad, ser aplicada al universo.
Lejos de simplificar nuestra visión del mundo, un Creador introduce una característica adicional que incorpora complejidad, la misma sin explicación. Segundo, no hay forma en la que podamos comprobar la hipótesis experimentalmente. Hay un solo lugar donde ese Dios se manifiesta (literalmente, el big bang) y eso ya está terminado en el pasado.
Si el universo realmente tiene una explicación y no puede explicarse a sí mismo, entonces debe ser explicado por algo externo a él – por ejemplo, Dios. ¿Pero qué, entonces, explica a Dios? Este dilema de todos los tiempos de “quien hizo a Dios” nos pone en peligro de ser atrapados en una regresión infinita. La única escapatoria, parecería, es asumir que Dios de alguna manera puede “explicarse a sí mismo”, lo cual es decir que Dios es un ser necesario.
Más precisamente, si Dios provee la razón suficiente para el universo, entonces sigue de ello que Él mismo debe ser necesario, porque si Dios fuera contingente, entonces la cadena de explicaciones todavía estaría sin terminar, y podríamos querer saber cuales fueron los factores detrás de Dios de los cuales su existencia y naturaleza dependieron. ¿Pero podría tener sentido para nosotros la noción de un ser necesario, un ser que contenga enteramente dentro de él la razón para su propia existencia?
¿Qué clase de agencia metafísica podría ser capaz de crear un universo?
Algo es contingente si pudo haber sido de otra forma, así que la razón de porqué es de la forma que es depende de algo más, algo más allá de sí mismo. Algo es necesario si es completamente independiente de cualquier otra cosa. Una cosa necesaria contiene su razón en si misma, y permanecería inmutable si todo lo demás fuera distinto. Necesario es lo no contingente.
La esencia de la disputa es si uno va a aceptar simplemente la aparición explosiva del universo como un hecho liso y llano inexplicado (algo que pertenece a la categoría “esto es así”) o buscará una explicación más satisfactoria. Hasta hace poco parecía que tal explicación tendría que involucrar una agencia sobrenatural que trascendiera las leyes de la física. Pero luego se hizo un nuevo avance en nuestro entendimiento del universo muy primigenio que transformó enteramente el debate, y replanteó este antiguo enigma bajo una luz totalmente nueva.
Por primera vez una descripción unificada de toda la creación podría estar a nuestro alcance. Ningún otro problema es más fundamental o más desalentador que el enigma de cómo se creó el Universo. ¿Podría haber ocurrido sin ninguna fuerza sobrenatural? La física cuántica parece proporcionar un atisbo en cuanto al supuesto secular de que «no se puede sacar algo de la nada». Los físicos hablan ahora de un «Universo autocreador»: un cosmos que nace espontáneamente, muy parecido a cuando una partícula subnuclear aparece a veces sin saberse de dónde en ciertos procesos de alta energía. Si los detalles de esta teoría son correctos o equivocados no es tan importante. Lo que importa es que ahora es posible concebir una explicación científica de toda la creación. ¿Es que la física moderna prescinde de Dios?
- Al principio hubo un Dios (I)
- Al principio hubo un Universo (II)
- Al principio hubo unas Leyes (y III)
Referencia: «La mente de Dios» – Paul Davies.